jueves, 4 de septiembre de 2008

¿De qué hablamos cuando hablamos del campo? (*)



En La rebelión del campo (Sudamericana), Osvaldo Barsky y Mabel Dávila analizan la crisis actual del sector a la luz de las transformaciones de los últimos años y confrontan los prejuicios con datos de la realidad económica

El desarrollo del actual conflicto agrario cristalizó distintas formas de representación de la realidad, de acuerdo con la mirada gubernamental o de los dirigentes agrarios, estilizada por comunicadores e intelectuales, o traducida a lenguajes de batalla por dirigentes sociales.


Una primera imagen que quedó instalada es que se trataba de una rebelión "del campo". La expresión no sólo es de fácil identificación popular sino que además recoge una dimensión histórica profunda, socialmente instalada, que vincula a un pasado nada lejano de gauchos, trabajadores criollos y chacareros inmigrantes que construyeron una parte decisiva de la Argentina moderna. El flamear de banderas argentinas como autorrepresentación del "campo" fue en la dirección del concepto de patria. El gobierno contestó en permanentes spots publicitarios que "la patria somos todos", aludiendo a sus políticas de obra pública, pero la batalla mediática estaba perdida.

Estaba perdida porque el concepto "campo" desde el comienzo de la rebelión atravesó no meramente a la gente que vive o trabaja en zonas rurales, sino que incluyó a la gran mayoría de los habitantes de los pueblos y ciudades más directamente vinculados a las actividades agropecuarias. Un vasto frente de productores en sus diversas gamas, transportistas, comerciantes, profesionales, obreros, empleados e industriales de empresas generadoras de maquinarias y servicios agropecuarios, se movilizó no solamente en las rutas sino dentro de los mismos centros poblados. La gran cantidad de intendentes que se declararon solidarios con este movimiento es la expresión de cuánto fueron afectadas las expresiones políticas por la profundidad y persistencia del mismo. Por lo tanto, en este nivel la palabra "campo" pasó a leerse rápidamente como "interior", y de hecho el cuestionamiento de la recaudación fiscal de las retenciones como no coparticipable con las provincias y los municipios fue una bandera rápidamente incorporada. [...]

Se ha querido constreñir el arco de sectores sociales involucrados apelando a sucesivas identificaciones sociales -"oligarquía", "terratenientes" fueron inicialmente los preferidos-, pero el cuadro social reflejado implacablemente por la televisión impedía aunque sea visualmente quedarse con esta imagen, más allá de sectores acomodados de la ciudad de Buenos Aires que podían impresionar con sus cacerolas de Callao y Santa Fe, pero que no representaban a la movilización desarrollada en términos de su amplitud social. Por ello, rápidamente fue pergeñada otra categoría social: "los pools de siembra". Lo suficientemente vaga y casi fantasmagórica para impresionar a una opinión pública normalmente muy desinformada de los agentes económicos que operan en la realidad agraria argentina. En menor medida, algunos carteles hablaban de "gringos amarretes", intentando capturar las incómodas imágenes que De Angeli y otros productores transmitían y no encajaban en esta demonización de los grandes propietarios de tierras primero, de capital después.

Sin embargo, estas perspectivas impedían entender cómo era posible que entidades a las que se les atribuye representar a sujetos sociales e intereses diferentes, como Federación Agraria Argentina y Sociedad Rural o CRA, se mantuvieran unidas con una llamativa coherencia. El tema está, indudablemente, asociado al manejo poco feliz del conflicto por parte del gobierno, incluyendo varios dirigentes partidarios que fatigaron los medios, al igual que los dirigentes rurales, con ríspidas declaraciones. Sin embargo, el tema va mucho más allá de coincidencias coyunturales por la lógica del enfrentamiento. [ ]
Los pools

En la década de 1990 se suman a este proceso de articulaciones de tierra y capital los llamados pools de siembra. La presencia de los mismos está muy relacionada con un importante retiro del Estado y fuertes endeudamientos de sectores del agro, provocados por la combinación de bajos precios, suba de costo de vida y ausencia de crédito a tasas convenientes, por las medidas impulsadas desde comienzos desde la década de los 90. También a los profundos cambios en los procesos de comercialización agropecuaria y a la mayor importancia en la utilización de insumos agroquímicos. Todos estos aspectos favorecen formas concentradas de organización de la producción y permiten capitalizar capitales extra agrarios a través de distintos mecanismos, que van desde bancos a empresas de organización de la producción. [ ]

Ya en 1991 Felipe Solá los denominaba empresa agrícola especializada, señalando como rasgo distintivo el papel de los profesionales de la ingeniería agronómica y la capacidad de esta forma de organización productiva de captar recursos financieros. Constituyeron un mecanismo de inversión hacia el agro y profundizaron el cambio tecnológico, al utilizar mayores niveles de insumos y controlar las formas de producir con los equipos de profesionales. [ ]

El ingreso de los pools generó canales de financiamientos masivos y muy flexibles, que fortalecieron fuertemente la integración con los contratistas y con los Centros de Servicios, estableciendo un sistema de redes productivas de alta capacidad de gestión. Toda esta estructura explica la posibilidad de una expansión geográfica, de rendimientos y de cifras productivas tan aceleradas como la observada desde mediados de la década del 90. [ ]

Para abordarlos desde las visiones que hizo emerger el conflicto es interesante señalar que las miradas más tradicionales, que hacían converger como el enemigo de la sociedad a los "terratenientes", quedaron restringidas a algunos ortodoxos que siguen mirando el agro con muchos años de atraso. Pero rápidamente se instaló en el imaginario colectivo la amenazante presencia de los llamados "pools de siembra". Quizás la vaguedad del sujeto los hizo especialmente aptos para ser identificados como el principal enemigo, no ya de los pequeños productores que se verían desplazados por su presencia, sino esencialmente por el gobierno, que lograría simplificar en una imagen la idea de sujetos de gran tamaño, con intereses meramente especulativos y por ende responsables también del alza mundial del precio de los alimentos, entre otras cosas.

Diego White destaca las grandes ventajas de los pools, que permiten articular a profesionales y comerciantes y otros agentes locales con propietarios de tierras que no tienen capital de trabajo o consideran que tendrán mayores utilidades arrendando los campos. Señala que esta modalidad ha permitido a muchos propietarios chicos y medianos conservar sus tierras, y promover la producción, dado que los que arriendan utilizan alta tecnología. [...] Para muchos productores este modelo de desarrollo no trae desarrollo local, fomenta el desarraigo y no genera empleo rural, destacando que el interés de los pools es sólo la inversión productiva y no existe por su parte una preocupación por el desarrollo de la región. [...]

Como hemos dicho, en el imaginario popular urbano, y seguramente en muchos funcionarios, los pools están asociados a unidades de gran tamaño en términos de superficie de tierra ocupada o de capital, o ambas cosas. En realidad, hemos visto que la mayor parte de estos emprendimientos son asociaciones temporales de muchos inversores de distinto origen -"vaquitas", en la jerga popular- y profesionales que, conociendo el negocio agropecuario, administran durante un tiempo acotado la actividad de sembrar y cosechar para luego distribuir los excedentes. Pero sí hay un crecimiento importante de grandes empresas agropecuarias que trabajando con continuidad, sin horizontes temporales acotados, y aplicando la misma estrategia con que nacieron los pools, organizan grandes redes de producción donde incorporan a un buen número de profesionales y contratistas, y no sólo aplican la tecnología más avanzada sino que además negocian condiciones muy favorables para la compra de insumos y la venta de los productos agropecuarios. [...]
Transformaciones

Las transformaciones sociales del agro pampeano han sido muy relevantes en estas décadas. El pasaje de un sistema de producción agrícola con importante presencia de arrendatarios a un sistema de dominio decisivo de los propietarios, operado entre 1940 y fines de la década de 1960, fortaleció numerosas capas de productores de distinta magnitud, como parte también de procesos de desconcentración de la propiedad de la tierra. Pero, paralelamente, los profundos cambios tecnológicos que elevaron la escala de producción fueron impulsando políticas de concentración de capital que se plasmaron en unidades de mayor tamaño para combinar distintas formas de acceso a la tierra. Los propietarios que pudieron capitalizarse ampliaron su unidad mediante la toma de tierras a otros, que se fueron retirando del proceso productivo para convertirse en rentistas. Políticas macroeconómicas concentradoras, sucesivas crisis y endeudamientos fortalecieron estos procesos y crearon condiciones para la emergencia de otras formas sociales. Dado el gran peso de los contratistas-tanteros tomadores de tierras, y de los contratistas de maquinarias, fue posible armar redes productivas articuladas muchas veces por profesionales de la ingeniería agronómica, donde los capitales externos se aportaban por asociaciones temporales. Con el tiempo, ello fue creciendo, y mediante figuras como los fondos fiduciarios primero y los fideicomisos después, se fortalecieron los denominados pools de siembra, que ampliaron estas escalas productivas y profundizaron los procesos. También perfeccionando estas formas organizativas, grandes empresas se consolidaron y expandieron en el país e incluso en el exterior, con estrategias asociativas con los dueños de la tierra, contratistas y profesionales, que les permiten maximizar sus ganancias al no tener que invertir en tierra y maquinaria. Toda esta dinámica, que además involucra fuertemente a los proveedores de maquinaria agrícola, transportistas, servicios y casas comerciales, en los últimos años consolidó económica y socialmente a una gran trama de agentes sociales. Es esta base social fuertemente unida por la defensa de los excedentes generados por la producción agraria y los procesos vinculados industrialmente la que generó el movimiento social expresado en la rebelión social producida. Entenderlo es fundamental para repensar la política agraria nacional.

(*) Publicado en La Nación
31/8/2008
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