viernes, 9 de enero de 2009

La rebelión del campo, un libro para entender el conflicto entre el gobierno y el agro argentinos

Conexión Tecnológica 278
Blasina&Tardáguila Consultores Asociados
www.elagro.com

Por Carlos López Matteo

El martes, la Comisión de Enlace de Entidades Agropecuarias de Argentina postergó hasta marzo una decisión sobre el retorno a las rutas y la radicalización del conflicto que mantiene el agro de ese país con el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

"Hemos sido ignorados por muchos funcionarios, pero especialmente por el matrimonio gobernante; el vicepresidente Julio Cobos no es recibido por ningún estamento por haber votado como lo hizo el 17 de julio. ¿Qué otra cosa que no sea vengarse está haciendo el gobierno?", dijo el presidente de Confederaciones Rurales Argentinas, Mario Llambías, según el diario La Nación. "Hay un vacío inexplicable, nos sentimos discriminados e ignorados", sostuvo Alejandro Delfino, vicepresidente de la Sociedad Rural. "Tenemos que ser muy responsables en lo que hacemos y vamos a seguir bregando por esa gran mesa de discusión y debate que se nos ha venido negando", remató el vicepresidente de la Federación Agraria, Pablo Orsolini.

La decisión descomprime por algunas semanas la posibilidad de que el diferendo vuelva alcanzar la intensidad que tuvo el año pasado, como querían los sectores más radicales del campo argentino, pero es una reiteración de que el problema no está resuelto, ni mucho menos.

Con una mirada uruguaya es difícil entender los extremos a los que se ha llegado en el vecino país, en particular por las diferentes vías institucionales que se manejan en ambas márgenes de los ríos limítrofes para zanjar las diferencias y llegar a acuerdos.

Para ayudar a entender el tema, tanto en las grandes urbes argentinas, alejadas de los problemas del campo, como en Uruguay, resulta muy útil un libro que tuvo muy buena acogida del otro lado del charco y que ahora comienza a venderse aquí. Se trata de La rebelión del campo, editado por Sudamericana, cuyos autores son Osvaldo Barsky y Mabel Dávila.

Barsky es magíster en sociología rural, investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, docente de posgrados de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y otras universidades argentinas, consultor de organismos internacionales y autor de numerosas publicaciones sobre el agro de su país y el latinoamericano. Dávila, por su parte, es una ingeniera agrónoma uruguaya radicada en Argentina, magíster en ciencias sociales con estudios en agronegocios, docente de posgrados en la FLACSO y otras universidades argentinas y extranjeras, y es autora de diversas obras sobre el comercio internacional agrícola, la tecnología y la educación agraria; además, integra el Área de Estudios Agrarios de la Universidad de Belgrano.

La rebelión del campo
El libro de Barsky y Dávila, por lejos el que mayor suceso ha tenido entre los tres que aparecieron en Argentina sobre este tema, tiene el gran mérito de su objetividad, pues va planteando el análisis en base a hechos indiscutibles, y las opiniones que se dan, en su justa medida, surgen sólidas e incontrastables del relato de esos mismos hechos. Además, los autores rechazan los radicalismos que se dieron por ambas partes y apuntan a la racionalidad y al diálogo; sin perjuicio de lo anterior, se deduce que responsabilizan en mayor medida al gobierno del matrimonio K, puesto que también son mayores su relevancia y su papel en la vida y el desarrollo del país.

En este sentido, en la Introducción se afirma: “Específicamente, en relación con la situación agraria, la responsabilidad esencial comienza por el rol del Estado y las políticas públicas, y por la imperiosa necesidad de construir gestiones institucionales de calidad técnica adecuada; pero las organizaciones agrarias de distinta naturaleza tienen un desafío enorme por transformar sus tradicionales políticas de resistencia a impuestos y reclamos fragmentarios y parciales, en aportes integrales que contemplen necesariamente los intereses del conjunto de la sociedad”. Y así como se critican las “provocaciones” del piquetero kirchnerista Luis D’Elía, también se censuran los “escraches” realizados por rurales ante los domicilios de legisladores oficialistas.

Pero para el lector que busque entender el conflicto en todas sus vertientes, el gran mérito de La rebelión del campo es la contextualización que brinda. La explicación de las grandes transformaciones que ha tenido el agro argentino, desde el siglo XIX en lo que se refiere a la institucionalidad, y en especial desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en el plano productivo, conduce ágilmente al lector a través de un proceso complejo que ofrece el casi permanente divorcio entre las autoridades y el campo. Así, hasta llegar a las grandes transformaciones estructurales de los últimos años: los avances tecnológicos, los nuevos actores (contratistas, pools de siembra, rentistas), la integración en todos los planos que se da entre los productores y los habitantes de ciudades y pueblos del interior, la heterogeneidad productiva, económica y social del agro, y las nuevas formas de asociación entre el capital y la tierra.

En este último plano, el libro rompe mitos que han sido usados por el gobierno y algunos intereses ideológicos, entre ellos el referido a la concentración de la propiedad de la tierra: con cifras de fuentes insospechadas, se demuestra que no es tal, sino que lo que ha ocurrido es una concentración de la producción a través de sistemas como el arrendamiento, la medianería o acuerdos con los contratistas de maquinarias, entre otras formas posibles.
Particularmente interesante e ilustrativo de las dificultades que tiene el agro para dialogar con el gobierno es el capítulo titulado “La soja no es un yuyo”. La oposición a la oleaginosa fue uno de los caballitos de batalla del matrimonio K durante el conflicto, y la presidenta, en uno de sus discursos, dijo textualmente el 31 de marzo de 2008: “El otro día charlaba con alguien y me decía que la soja es, en términos científicos, prácticamente un yuyo que crece sin ningún tipo, digamos, de cuidados especiales”.

Los autores refutan esta ligereza, hacen una historia del cultivo, reseñan los avances tecnológicos, sobre todo con los transgénicos y el glifosato, y desmienten, con datos concretos, que la expansión de la soja haya afectado significativamente otros cultivos y puesto en peligro el abastecimiento de alimentos al pueblo argentino.

En otros capítulos se explican la expansión productiva del agro pampeano, los sujetos sociales, los cambios en los mercados mundiales de alimentos, el tema de las retenciones que hizo eclosionar un conflicto latente desde tiempo atrás, el deterioro de la institucionalidad agraria oficial, los desafíos hacia el futuro, conclusiones y cuadros estadísticos.

Cabe destacar el capítulo dedicado a la cronología del conflicto, de marzo a julio del año pasado, que en La rebelión del campo difiere de las habituales, que sólo marcan fechas y un hecho concreto, en a lo sumo dos o tres líneas. En este caso, la cronología ocupa 92 páginas, porque casi día a día se mencionan los acontecimientos, pero también el contexto en el que se producen, las repercusiones a todo nivel y las reacciones de las partes. En este sentido, este capítulo constituye uno de los aspectos más interesantes de la obra, tanto por servir de ayuda memoria, como por el aporte que realiza a la comprensión del desarrollo del largo diferendo.

Lo que vendrá
Dávila, quien en estos días combina en Montevideo vacaciones con trabajo, dijo a Conexión Tecnológic@ que “el conflicto quedó latente, en medio de una situación muy compleja”. La ingeniera agrónoma uruguaya no se atreve a pronosticar un desenlace por la multiplicidad de factores que lo condicionan: el diálogo interrumpido, la crisis internacional que modificó sustancialmente la situación imperante entre marzo y julio, la sequía que también afecta a amplias zonas de Argentina, y el hecho de que 2009 sea un año de elecciones de mitad de período, entre los principales.

La experta mencionó las versiones que hablan de la formación de un partido rural o agrario, o de la posibilidad de que algunos líderes de las gremiales agropecuarias se presenten como candidatos a diputados con la intención de incidir en el Parlamento.

Al respecto, el 3 de este mes el diario Clarín le hizo una entrevista a Eduardo Buzzi, presidente de la Federación Agraria y uno de los rostros más visibles del conflicto. Lo siguiente es parte del diálogo entre el dirigente y el periodista:

“¿Así que podría ser candidato?
“No lo descarto pero tampoco lo afirmo. Sí puedo decir que voy a hacer todo lo posible para que haya gente de la Federación Agraria compitiendo en diferentes provincias. Nuestra responsabilidad es instalar en las opciones electorales los contenidos que pudimos sostener en las rutas. Hay que hablar del problema agropecuario y lograr que los diferentes partidos digan cómo lo van a resolver.

“¿Pero a usted siempre le picó el bichito de la política?
“Todo gremialista o sindicalista tiene vocación política. Todos venimos con una ideología y formación. Pero yo tengo un estricto y profundo sentido de pertenencia. Y no existo si no es por el gremio a que pertenezco. Buzzi no existe si no es por el apellido de casado: Buzzi, de Federación Agraria.

“¡Qué vueltero! ¿Entonces?
“Entonces no descarto una candidatura en 2009, pero no será una decisión individual. Si no hay consenso entre los federados, no seré candidato a nada. Me considero joven todavía para suicidarme. Y además hay que ver candidato con quién. No perdería la coherencia ideológica. Uno no puede ir de una cuneta a la otra. Y yo pertenezco al campo popular.

“La decisión de competir electoralmente, ¿tiene que ver con que las entidades del campo siguen sin diálogo con el Gobierno?
“No mezclemos las cosas. Cuando se oficialice alguna candidatura será ese ciudadano el que la asuma. Pero la Federación Agraria seguirá siendo una organización capaz de oponerse a las políticas de los radicales en una provincia y a las de los peronistas en otra, si van en contra de los productores. Y si no hay una contraparte en el gobierno, es porque el gobierno no quiere. ¡Que se dejen de jorobar con eso del partido agrario nacional! Somos y seremos entidades rurales”.

Al calor del verano
En medio de las altas temperaturas veraniegas, los movimientos de las partes se parecen a una partida de ajedrez, pero carente de sutilezas. Buzzi, en la entrevista citada, afirma que el campo no quiere confrontar con el gobierno, pero formula una advertencia inquietante: “(…) en tanto no exista negociación estamos peleando contra sombras, y esto habilita un nuevo conflicto. Mucha gente dice que la única manera para que se nos escuche es salir a hacer quilombo. Pero hay que ser muy cuidadoso: el desenlace no será bueno y hasta puede ser que aparezcan los muertos que pudimos evitar en el conflicto anterior. La gente sabe qué se juega, no volverá a la casa a cambio de nada. Hay que evitar el conflicto”. (El destacado es de Conexión Tecnológic@).

La advertencia es un reflejo de las tensiones que existen en el sector rural, porque había grupos de dirigentes radicalizados que querían nuevos cortes de rutas ya. Con la postergación a marzo de una decisión parecen haber triunfado, momentáneamente, los moderados.

El diario La Nación, en su crónica del miércoles sobre la reunión de la Comisión de Enlace, no cree que “no molestar a los turistas” sea la verdadera causa de la postergación, como dijeron algunos dirigentes. “Entre los ruralistas —dice el rotativo— prevalece la idea de que en dos meses habrá una explosión de reclamos sectoriales y salariales y que es mejor no adelantarse. Más aún en un año electoral en el que el agro espera poder jugar sus cartas.
“‘Cuando los empleados de los frigoríficos y de las fábricas de maquinaria vuelvan de las vacaciones van a empezar a recibir los telegramas de despido. Y el transporte de granos también tendrá menos trabajo por la menor cosecha y la resistencia de los chacareros a vender hasta que los precios no suban. El incremento de los peajes, de la electricidad y del transporte público hará el resto’, especulaba anoche un ruralista”.

Otros analistas argentinos también mencionan que los dirigentes agrarios tienen plena conciencia de que difícilmente una movilización que afecte el abastecimiento de alimentos a la población tenga el respaldo popular logrado el año pasado: la situación es diferente, la gente centra su interés en la crisis internacional y sus consecuencias locales, y los cortes de ruta no serían bien recibidos.

Las contradicciones también se extienden al gobierno, respecto al cual, desde hace varias semanas, se dice que está dividido entre “halcones” y “palomas”. Una de éstas sería el jefe de Gabinete, Sergio Massa, quien el 2 del corriente mes criticó las “desinteligencias” que hubo en el gobierno durante las negociaciones con los ruralistas, y destacó que el voto del vicepresidente Julio Cobos contra las retenciones aprobadas por el Poder Ejecutivo “descomprimió el conflicto”. Los rumores acerca de una próxima remoción de Massa se acentuaron tras estas declaraciones.

Mientras tanto, los “halcones”, a los que se les atribuye seguir fielmente las orientaciones del ex presidente Néstor Kirchner, también hacen su juego. Así, un incondicional del presidente consorte, Ricardo Echegaray, fue designado al frente de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), el equivalente argentino a la DGI uruguaya. Echegaray deja la presidencia de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (ONCCA), cargo desde el que tuvo severos enfrentamientos con los ruralistas. Según versiones periodísticas, la misión que Kirchner encomendó a Echegaray es controlar estrictamente si el sector agropecuario cumple con sus obligaciones impositivas.

En la entrevista mencionada, Buzzi sostuvo que la designación de Echegaray “es una reafirmación de la línea dura, y es darle más artillería al más eficaz ejecutor de las órdenes de Olivos. La ONCCA no te puede mandar en cana; la AFIP sí”.

Como queriendo irritar al campo con otro tema sensible, las restricciones que impone el gobierno a las exportaciones de carne, la ONCCA informó esta semana que en 2008 se autorizaron embarques por 846 mil toneladas.

De inmediato, Confederaciones Rurales Argentinas pidió a la ONCCA “no falsear la realidad”, puesto que las cifras de Aduanas y del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria indican que las exportaciones de carne apenas llegaron a menos de la mitad: 400 mil toneladas.

Así planteadas las cosas, y salvando las distancias, el conflicto agrario argentino recuerda al problema entre israelíes y palestinos: no hay diálogo, y a una acción de una de las partes sigue la reacción de la otra.

Mientras tanto, el prestigioso técnico Carlos Cheppi, secretario de Agricultura, se debate en la soledad y la ineficacia que le imponen la debilidad institucional de su cartera y el círculo más cercano al matrimonio K. Es un “paloma” con las alas cortadas.
Todo indica que el año que comienza brindará a Barsky y Dávila posibilidades de un nuevo éxito editorial.

Publicado por Blasina&Tardáguila Consultores Asociados 9/1/9
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