domingo, 15 de febrero de 2009

El gobierno argentino perdió la batalla mediática

La cuestión. ¿De qué campo se está hablando cuando se está hablando del campo argentino ?

La respuesta / "La rebelión del campo"


El anuncio el 11 de marzo de 2008 del aumento de las retenciones para algunos sectores del agro argentino, disparó el mayor enfrentamiento que debió soportar el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Con bastante sentido de la oportunidad, Osvaldo Barsky y Mabel Dávila trazan en La rebelión del campo (Sudamericana, 370 pesos) un completo análisis sobre las razones y las consecuencias de dichas movilizaciones y la capacidad de reacción del gobierno argentino. Hay desde antecedentes de otros conflictos a una cronología detallada de lo que sucedió cuando el campo se enfrentó a la Casa Rosada.

El conflicto agrario cristalizó distintas formas de representación de la realidad, de acuerdo con la mirada gubernamental o de los dirigentes agrarios, estilizada por comunicadores e intelectuales, o traducida a lenguajes de batalla por dirigentes musicales.

Una primera imagen que quedó instalada es que se trataba de una rebelión "del campo". La expresión no sólo es de fácil identificación popular sino que además recoge una dimensión histórica profunda, socialmente instalada, que vincula a un pasado nada lejano de gauchos, trabajadores criollos y chacareros inmigrantes que construyeron una parte decisiva de la Argentina moderna. El flamear de banderas argentinas como autorrepresentación del "campo" fue en la dirección del concepto de patria. El gobierno contestó en permanentes spots publicitarios que "la patria somos todos", aludiendo a sus políticas de obra pública, pero la batalla mediática estaba perdida. ´

Estaba perdida porque el concepto "campo" desde el comienzo de la rebelión atravesó no meramente a la gente que vive o trabaja en zonas rurales, sino que incluyó a la gran mayoría de los habitantes de los pueblos y las ciudades más directamente vinculados a las actividades agropecuarias. Un vasto frente de productores en sus diversas gamas, transportistas, comerciantes, profesionales, obreros, empleados e industriales de empresas generadoras de maquinarias y servicios agropecuarios, se movilizó no solamente en las rutas sino dentro de los mismos centros poblados. La gran cantidad de intendentes que se declararon solidarios con este movimiento es la expresión de cuánto fueron afectadas las expresiones políticas por la profundidad y persistencia del mismo. Por lo tanto, en este nivel la palabra "campo" pasó a leerse rápidamente como "interior", y de hecho el cuestionamiento de la recaudación fiscal de la retenciones como no coparticipable con las provincias y los municipios fue una barrera rápidamente incorporada.

Se ha querido reducir la magnitud del conflicto destacando que en realidad no involucró a una gran cantidad de productores no afectados por las medidas, ya que el aumento de las retenciones se aplicó solamente a los productores de maíz, trigo, girasol y soja. Esta afirmación es válida en el sentido de que hay efectivamente productores de tabaco, yerba mate, frutales, caña de azúcar y otros productos de los llamados cultivos industriales que no están involucrados. Sin embargo el hecho de que los productores de los cuatro grandes cultivos cubran casi 66% del territorio implantado con cultivos, y de que en términos numéricos sean el 40% de las unidades agropecuarias, además de su peso gigantesco en términos del volumen de producción, abastecimiento del mercado interno y exportaciones, es suficiente para destacar la enorme base social y económica movilizada.

Se ha querido también constreñir el arco de sectores sociales involucrados apelando a sucesivas identificaciones sociales -"oligarquía", "terratenientes" fueron inicialmente los preferidos-, pero el cuadro social reflejado implacablemente por la televisión impedía aunque sea visualmente quedarse con esta imagen, más allá de sectores acomodados de la ciudad de Buenos Aires que podían impresionar con sus cacerolas en Callao y Santa Fe, pero que no representaban a la movilización en términos de su amplitud social. Lo suficientemente vaga y casi fantasmagórica para impresionar a una opinión pública normalmente muy desinformada de los agentes económicos que operan en la realidad agraria argentina. En menor medida algunos carteles hablaban de "gringos amarretes", intentando capturar las incómodas imágenes que De Ángeli y otros productores transmitían y no encajaban en esta demonización de los grandes propietarios de tierras primero, de capital después.

Sin embargo, estas perspectivas impedían entender cómo era posible que entidades a las que se le atribuye representar a sujetos sociales e intereses diferentes como Federación Agraria Argentina o Sociedad Rural se mantuvieran unidas con una llamativa coherencia. El tema está, indudablemente, asociado al manejo poco feliz del conflicto por parte del gobierno, incluyendo varios dirigentes partidarios que fatigaron los medios, al igual que los dirigentes rurales, con ríspidas declaraciones.

Vuelven los paros
El "campo", disconforme con la emergencia anunciada por Cristina Kirchner, reclama más medidas y prepara paros como protesta. Mientras la Federación Agraria pretende movilizaciones ahora, las demás entidades quieren postergarlas para marzo.

Publicado en el Suplemento Que Pasa de El País 31/1/09
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